Los recientes comentarios del presidente estadounidense Donald Trump sobre Nigeria, donde amenazó con una intervención militar para combatir la matanza de cristianos, han provocado un debate y una controversia considerables. Durante meses, funcionarios y activistas estadounidenses han afirmado que militantes islamistas atacan sistemáticamente a los cristianos en Nigeria, pero las investigaciones muestran que los datos detrás de estas acusaciones a menudo son difíciles de verificar.
En una declaración histórica, el locutor Bill Maher calificó la violencia de «genocidio», afirmando que Boko Haram ha estado aterrorizando la región desde 2009, matando a más de 100.000 personas y destruyendo miles de iglesias. Sin embargo, el gobierno nigeriano negó las afirmaciones, diciendo que tergiversan la realidad sobre el terreno. Las autoridades dicen que si bien hay violencia, está dirigida contra cualquiera que se oponga a los militantes, independientemente de su fe.
Los analistas señalan que muchas de las víctimas de los ataques yihadistas en Nigeria son en realidad musulmanes y que la violencia no puede clasificarse simplemente como persecución religiosa de los cristianos. En cambio, enfatizan que Nigeria enfrenta una compleja red de desafíos de seguridad, con ataques que provienen de una variedad de causas, incluidas rivalidades étnicas y actividades criminales.
Prominentes políticos estadounidenses como el senador Ted Cruz han enfatizado obstinadamente la percibida amenaza a los cristianos nigerianos, repitiendo cifras similares a las citadas por Maher. Cruz calificó la situación de «persecución», acusando a las autoridades nigerianas de complicidad en la violencia contra los cristianos. Trump se hizo eco de esos sentimientos y calificó a Nigeria de «país vergonzoso» por permitir que continúe la violencia.
En el discurso actual, la confiabilidad de las estadísticas que se promueven se ha convertido en una cuestión crítica. Los funcionarios estadounidenses citan a menudo a la Sociedad Internacional para las Libertades Civiles y el Estado de Derecho (InterSociety), que afirma que han muerto más de 100.000 cristianos desde 2009, una cifra que no ha sido verificada de forma independiente. Los críticos han cuestionado la transparencia de la metodología de InterSociety, argumentando que las fuentes detrás de sus afirmaciones son a menudo vagas, lo que hace que las cifras sean muy controvertidas.
A pesar de las afirmaciones de InterSociety, otras organizaciones como el Armed Conflict Location and Event Data Project (ACLED) dan estimaciones mucho más bajas, argumentando que sus datos reflejan con precisión la complejidad de la violencia política en Nigeria. ACLED informa que aproximadamente 53.000 civiles, tanto musulmanes como cristianos, han sido asesinados en violencia política desde 2009, y un subconjunto mucho más pequeño asesinado específicamente contra cristianos.
En las redes sociales siguen desarrollándose diferentes relatos sobre la crisis en Nigeria, y es probable que motivos políticos influyan en las percepciones en Estados Unidos. Los críticos de la narrativa del «genocidio cristiano» cuestionan la caracterización de la violencia como de naturaleza predominantemente religiosa, argumentando que tales percepciones oscurecen las cuestiones subyacentes de la competencia por los recursos y el conflicto étnico.
A medida que evoluciona la situación, las autoridades nigerianas han expresado su disposición a aceptar ayuda internacional en la lucha contra los insurgentes, pero subrayan que no quieren acciones unilaterales por parte de potencias extranjeras. Estados Unidos y otros países están siguiendo de cerca la continuación del diálogo, enfatizando la relación entre la retórica política interna y las relaciones internacionales para resolver la crisis en Nigeria.












