La escalada de la presencia militar de Estados Unidos en América Latina ha reavivado duros recuerdos de golpes de estado pasados en la región, estableciendo paralelismos con eventos históricos clave mientras la administración Trump apunta a Nicolás Maduro, el líder socialista de Venezuela. El gobierno de Estados Unidos ha designado a Maduro como narcoterrorista, lo que alimenta los temores de un posible cambio de régimen que recuerda a intervenciones anteriores de la Guerra Fría.
Históricamente, casos como el golpe de Estado de 1973 en Chile que derrocó al presidente democráticamente electo Salvador Allende sirven como advertencia. Allende murió durante un asalto militar al palacio presidencial en una operación supuestamente apoyada por la administración Nixon. De manera similar, el asesinato en 1961 del dictador Rafael Trujillo en la República Dominicana por opositores políticos subraya las consecuencias de la desestabilización política respaldada por Estados Unidos.
El papel de la CIA en la organización de golpes de estado está bien documentado; Jacabo Arbenz de Guatemala fue derrocado en un golpe de estado en 1954 que desató una devastadora guerra civil que duró tres décadas. La agencia también es famosa por sus numerosos intentos inútiles de eliminar a Fidel Castro de Cuba. A muchos expertos les preocupa que el destino de Maduro pueda repetir los sombríos finales de figuras históricas como ésta a medida que se intensifican los preparativos militares de Estados Unidos.
Los informes sobre planes estadounidenses de ataques militares en Venezuela contra operaciones descubiertas de narcotráfico han alimentado la especulación sobre el peligro inminente que enfrenta Maduro. Las fuentes creen que las disensiones internas podrían amenazar su seguridad y, según se informa, algunos señores de la guerra están dispuestos a traicionarlo. Un ex analista de la CIA señaló que cualquier intento de capturar a Maduro probablemente resultaría en violencia mortal, lo que indica lo mucho que está en juego.
La administración Trump ha anunciado una recompensa aumentada de 50 millones de dólares por información que conduzca al arresto de Maduro, y las ramificaciones de tales directivas son sorprendentes. La evasión de Trump sobre si las fuerzas estadounidenses podrían estar autorizadas a derrocar a Maduro ha llevado a que su política sea interpretada como una misión «viva o muerta», complicando las discusiones sobre una intervención directa.
Maduro, que sobrevivió al menos a un intento de asesinato con drones explosivos en 2018 y a un golpe fallido denominado Bahía de Cochinos en 2020, afirma que fuerzas externas son responsables de su caída. Las acusaciones de esfuerzos recientes por parte de agentes estadounidenses para sobornar al piloto de Maduro para facilitar la captura muestran aún más hasta dónde puede llegar Washington.
La demostración de fuerza del ejército estadounidense incluye el despliegue de importantes activos navales, con el portaaviones USS Gerald Ford liderando una flota formidable frente a las costas de Venezuela. Esta acumulación militar se describe como una postura intimidante dirigida a un cambio de régimen. Ya se ha informado de un gran número de víctimas en operaciones estadounidenses dirigidas a embarcaciones sospechosas de narcotráfico que Washington ha vinculado con el gobierno de Maduro.
Si bien el debate en torno a una operación de este tipo puede evocar recuerdos de acciones históricas de Estados Unidos, algunos creen que un ataque directo a un líder en ejercicio ahora se considera inapropiado. Ex oficiales de inteligencia enfatizan la complejidad y la posible reacción de un ataque contra Maduro, quien, a pesar de su afiliación izquierdista, no encaja en el perfil tradicional de un líder terrorista.
En el panorama político actual, los analistas creen que los intentos de iniciar un golpe probablemente serán difíciles debido al ambiente político interno predominante, e incluso las minorías de la oposición encontrarán puntos en común contra la presión estadounidense. Las circunstancias únicas de hoy, como señaló el ex diplomático venezolano Angelo Rivera Santos, son significativamente diferentes de la dinámica histórica del golpe de 1973 en Chile.
A medida que la situación se desarrolla, los intereses estadounidenses cruzados, las dinámicas regionales y el legado histórico del intervencionismo continúan dando forma a la narrativa que rodea la crisis política de Venezuela, creando incertidumbre sobre el futuro del régimen de Maduro.












