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Fiscal general militar israelí arrestado en medio de escándalo de abuso de prisioneros palestinos

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En un sorprendente giro de los acontecimientos, el general de división Ifat Tomer-Yerushalmi, quien recientemente se desempeñó como abogado principal de las Fuerzas de Defensa de Israel, fue arrestado en medio de una investigación criminal de alto perfil sobre un video que supuestamente muestra el abuso de detenidos palestinos. Este acontecimiento desató un escándalo nacional que rápidamente eclipsó la gravedad de las acusaciones presentadas en el controvertido vídeo.

Los orígenes de la investigación se remontan a julio de 2024, cuando las autoridades militares abrieron una investigación sobre soldados presuntamente sorprendidos agrediendo sexualmente a un prisionero palestino durante la guerra de Gaza en la prisión militar de Sde Teiman. Los informes afirman que varios otros detenidos estaban presentes y yacían boca abajo durante el ataque. La situación se agravó aún más cuando, en agosto de 2024, el Canal 12 de Israel transmitió un vídeo del incidente, tras informes anteriores de denunciantes de CNN que detallaban acusaciones de abusos en la misma prisión.

Los resultados de la grabación de vídeo provocaron una fuerte reacción política, especialmente de los grupos de derecha de la coalición del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Estallaron protestas tanto frente a las instalaciones de Sde Teiman como frente al tribunal militar que conocía el caso, cuando funcionarios de derecha expresaron su indignación por la investigación sobre los soldados involucrados.

El miércoles, Tomer-Yerushalmi fue destituida de sus funciones tras el anuncio de la apertura de una causa penal por la filtración del material de vídeo. Renunció apenas dos días después, asumiendo la responsabilidad de difundir el video a los medios y diciendo que había enfrentado continuos ataques personales y amenazas en medio de una creciente «campaña de incitación» en su contra. En su carta de renuncia, Tomer-Yerushalmi instó a no cruzar nunca ciertos límites, independientemente de las acciones de los detenidos.

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La reacción política de derecha a su renuncia fue rápida e inquebrantable. El ministro de Defensa, Israel Katz, anunció su intención de tomar medidas punitivas contra Tomer-Yerushalmi, calificando sus acciones de «difamación de sangre», a pesar de que la autenticidad del vídeo no está en duda. El Ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, condenó su comportamiento como «comportamiento criminal disfrazado de legalidad», y abogó por el nombramiento de un fiscal especial para investigar la filtración.

La repentina desaparición de Tomer-Yerushalmi añadió una capa preocupante a la saga. Las autoridades lucharon por encontrarla durante varias horas antes de finalmente encontrarla en una playa al norte de Tel Aviv. Después de su regreso, fue arrestada bajo sospecha de múltiples delitos, incluidos fraude, abuso de poder y obstrucción de la justicia. Aunque no se han presentado cargos formales, deberá comparecer ante el tribunal este miércoles. Un representante de Tomer-Yerushalmi declinó hacer comentarios sobre el asunto.

Además de sus acusaciones, Tomer-Yerushalmi es cómplice de engañar a altos oficiales militares y al Tribunal Superior sobre la filtración de personal, además de dar falso testimonio bajo juramento. La investigación va más allá de ella, con otros cinco funcionarios legales militares involucrados en la investigación.

Lo que complica las cosas es que el detenido palestino en el centro de las acusaciones de abuso ha sido devuelto a Gaza en virtud de un acuerdo de alto el fuego mediado por Estados Unidos, lo que genera preocupación sobre la posibilidad de que se procese a los soldados acusados, ya que la presunta víctima no está disponible para testificar.

El caso se cruza con tensiones más amplias en torno al poder judicial de Israel, ya que el Ministro de Justicia, Yariv Levin, ha tratado de bloquear la investigación de la filtración, cuestionando la imparcialidad del Fiscal General Gali Bakharov-Miari. Los comentarios de Levin describen un borrado sistemático de la verdad sobre el trato a los detenidos y las implicaciones para la seguridad del Estado. En respuesta, la oficina de Baharov-Miyari acusó a Levin de interferir ilegalmente con una investigación en curso, diciendo que tales acciones obstruían el proceso legal.

A medida que se desarrollan los acontecimientos, las implicaciones políticas y legales de este escándalo resultan profundas, desafiando tanto la conducta de los militares como la integridad del sistema judicial de Israel.

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